José Saturnino Cardozo es, sin duda, uno de los máximos referentes en la historia del fútbol mexicano y un ídolo eterno del Toluca.
Su historia, marcada por sacrificios, obstáculos y una entrega inquebrantable, lo llevó a convertirse en una leyenda viviente que aún hoy es recordada con admiración por los aficionados del balompié nacional.
Los inicios humildes de una estrella
Nacido en Nueva Italia, Paraguay, Cardozo comenzó su carrera profesional en el modesto club Unión Pacífico, un equipo regional de su país.
Su habilidad goleadora llamó la atención de visores suizos, quienes lo llevaron a probar suerte con el FC St. Gallen de Suiza. Tras su paso por Europa, regresó a Sudamérica, donde jugó en Chile y Paraguay.
Fue hasta la temporada 1994-95 que el Club Deportivo Toluca apostó por él. Esta decisión no solo cambiaría su vida, sino también la historia del club escarlata.
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Un comienzo lleno de obstáculos
A pesar de su potencial, los primeros años de Cardozo en Toluca no fueron fáciles. Una lesión lo dejó fuera de las canchas durante dos años.
En ese tiempo, entrenadores y compañeros llegaron a rechazarlo, e incluso un técnico lo mandó a entrenar solo, llamándolo la “mufa” del equipo.
En sus propias palabras, durante esa etapa su único compañero de entrenamientos era su perro, a quien llevaba al volcán para no perder la preparación física.
Pero la fe del club en su talento nunca se extinguió. A pesar de no poder jugar un solo minuto, Toluca le renovó el contrato, un gesto de confianza que más tarde se vería recompensado con creces.
La era dorada del Diablo Mayor
Cardozo resurgió y comenzó a escribir una época de dominio absoluto en el fútbol mexicano.
En la temporada 1997-98 marcó 25 goles en 34 partidos, con un promedio de 0.73 anotaciones por juego.
Al año siguiente superó esa marca con 33 goles en 41 encuentros, aumentando su promedio a 0.80.
Su mejor temporada fue la 2002-2003, cuando anotó 58 goles en 45 partidos, incluyendo un récord aún vigente de 29 goles en un solo torneo corto, cifra que ningún otro jugador ha logrado igualar.
Incluso su segundo mejor registro (21 goles en el Verano 2002) sigue siendo superior al de muchos otros delanteros históricos de la liga.
Una carrera marcada por títulos
Durante su estancia con los Diablos Rojos, José Saturnino Cardozo ganó cuatro títulos de Liga MX y un Campeón de Campeones, siendo parte fundamental del éxito del equipo en los primeros años de los 2000.
Su impresionante cifra de 249 goles lo colocó entre los cinco máximos goleadores en la historia del fútbol mexicano, solo detrás de nombres como Cabinho, Carlos Hermosillo y Jared Borgetti.
Más allá de los goles: valores y gratitud
El legado de Cardozo no se limita únicamente a los goles y campeonatos. Su historia es también un ejemplo de superación, lealtad y humildad.
El paraguayo siempre mostró gratitud hacia el Toluca por haber confiado en él en los momentos más difíciles. Esa lealtad y perseverancia lo convirtieron en un líder dentro y fuera de la cancha.
Durante su carrera, aprendió a convivir con todo tipo de personalidades y destacó por su capacidad de adaptarse a distintos estilos de juego.
En especial, su conexión con compañeros como Fabián Estay y Vicente Sánchez fue clave para el éxito del equipo en años cruciales.
Un ejemplo para las nuevas generaciones
Cardozo es más que un goleador. Es el ejemplo vivo de que con esfuerzo, constancia y trabajo duro se puede llegar muy lejos, sin importar cuán difíciles sean los comienzos.
Su vida, marcada por obstáculos y sacrificios, inspira a jóvenes futbolistas que sueñan con triunfar en el deporte profesional.
“Me gustó porque uno valora más cuando logra algo a partir del trabajo, la entrega y el profesionalismo”, declaró alguna vez el “Diablo Mayor”, quien resume en esa frase el espíritu de toda su carrera.
Un legado eterno en Toluca y en la Liga MX
José Saturnino Cardozo no solo dejó huella en Toluca, sino también en toda la Liga MX. Su récord de goles, sus títulos y su entrega lo convierten en una figura imposible de olvidar.
Para los aficionados escarlatas, su nombre es sinónimo de gloria, lucha y pasión.
Hoy, el ídolo paraguayo permanece en la memoria colectiva como uno de los más grandes que ha pisado el fútbol mexicano.
Un verdadero símbolo de lo que significa amar a un equipo y dejarlo todo en la cancha.
