El ex tenista Andre Agassi es uno de los más grandes iconos en la historia del deporte.
Con sus ocho títulos de Grand Slam y su lugar en el Salón de la Fama de Tenis tenemos suficiente evidencia de la estrella que es, pero la realidad es que no todo fue color de rosa en su carrera.
Agassi apareció en el circuito a mediados de la década de los 80´s con muy buenos resultados.
Pero sus inicios empiezan en la mítica academia de Bolletieri, en Bradenton, ahí es donde se materializó el Agassi transgresor, un rebelde con jeans y pelo largo sumergido en uno de los mundos más conservadores y tradicionalistas.
Y es que Agassi en su etapa previa al profesionalismo, creció con la intención de romper moldes, y aunque en ese momento no lo sabía, llevó esa cualidad al circuito, en el que desafió las leyes establecidas y hasta marcó un antes y un después en la industria deportiva.
La rebeldía ante las reglas comenzó desde su etapa con Bolletieri, época en la que llegó a jugar, por ejemplo, un torneo con jeans, aros y delineador de ojos.
Hay un sinfín de historias que dejan en claro que no se trató de un tenista común y corriente, sino más bien de una imagen infrecuente para la época.
Mientras ayudaba a destruir los estereotipos, también se ocupaba de generar ruido con su tenis, en lo cual destaca su capacidad para ser «un jugador de toda la cancha».
En 1988 con 18 años, alcanzó el cuarto lugar del ranking ATP con un look de adolescente rebelde, más asemejado a una estrella de rock por su peinado y su vestimenta.
A principios de los años noventa Agassi ya empezaba a insinuar en la élite que podía pelear por cosas importantes pero le faltaba concretarlo. En 1990 alcanzó su primera final de Grand Slam, en Roland Garros, y perdió ante el ecuatoriano Andrés Gómez por haber pensado más en que no se le cayera la peluca que en el partido, según su propia confesión décadas después.
La carrera de Agassi fue exitosa, sin dudas, pero tuvo sus altibajos en los 21 años que duró. Su particular estilo y osadía lo llevó a combinar decisiones acertadas como erróneas, sobre todo en su juventud.
Fue desafiante e irrespetuoso, por esto se perdió tres ediciones de uno de los certámenes más prestigiosos y reapareció en la tradicional cita británica en 1991, y al año siguiente pudo coronarse allí, con 22 años, en lo que fue su primer trofeo de los ocho que consiguió de Grand Slam. Sin ser un jugador de saque y volea, ideal para el césped, tenía mucha velocidad y buenos tiros desde la base, que le hubieran permitido sumar algún título más en la verde superficie londinense.
La rivalidad con Pete Sampras dio paso a la era previa al binomio Federer-Nadal. Agassi se enfrentó con su compatriota un total de 34 veces, con 20 triunfos de Pistol Pete y un registro desfavorable de 1-5 en finales de Grand Slam.
Llevó con dignidad su veteranía y estuvo cerca de coronarse a los 35 años en el Abierto de Estados Unidos, pero el suizo Federer lo postergó en cuatro sets en el año 2005.
El tenista publicó sus memorias en un libro al que llamó “Open”, que recogió muchas críticas en torno del tenis. La más polémica de sus confesiones fue reconocer que en un momento de depresión se acercó a las drogas, que lo llevaron a competir fuera de su estado natural y que la ATP se lo notificó en privado, durante el año de 1997.
Agassi dejó grandes enseñanzas, inclusive de lo que no hay que hacer, para que los más jóvenes no incurran en ellas.
Más allá de sus errores, que estuvieron cerca de hacerle naufragar la carrera, Agassi tuvo un sexto sentido que lo ayudó a ser previsor y dejar de ser “un accidente por ocurrir”, que lo ayudó a disfrutar de lo conseguido y seguir adelante con otros proyectos. Otras figuras públicas, de otros ámbitos también, en situaciones parecidas no pudieron seguir adelante con sus vidas.
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